lunes, 10 de enero de 2011

Estrenos: Carne de Neón

Dos chulos con corazón, una puta con alzheimer y un turco encabronado hilan la trama del último largometraje del genial Paco Cabezas. Un trepidante vistazo a los suburbios con sabor a RocknRolla compone este film español que se estrena en cines el 21 de enero.

Desde que Carne de Neón se presentara en el Festival de Sitges, las comparaciones de la crítica con el trabajo de Guy Ritchie o Danny Boyle han copado casi todas las publicaciones especializadas. Paco Cabezas se cambia de género y aparca el thriller de Aparecidos para crear un film desordenado, complejo y cercano a películas como Rocknrolla o Trainspotting. La oscuridad de la sala de cine envuelve todos los sentidos del espectador para hacerlo comprender el producto final de un guión que una vez fue corto y que ahora se estira y largometriza en un complicado salto de escena a escena. El sevillano ha triunfado entre profesionales. 2011 decidirá si el público también queda prendado de este violento vistazo a los suburbios.

El círculo de la vida de Ricky (Mario Casas) se abre y cierra con la espera de una bala perdida. El niño abandonado en las calles es ahora un maleante con un sueño: abrir un burdel para que su madre pueda regentarlo cuando salga de la cárcel. Ricky tiene corazón. Su socio, Angelito (Vicente Romero), acompañará a su amigo por los rincones más oscuros de los bajos fondos a la caza de un sueño aún sin cumplir.

Cabezas nos enseña en clave de humor los detalles más decadentes del proxenetismo. La trata de blancas, la extorsión y la violencia gratuita son las claves de esta red de personajes sin lógica tradicional, regidos por una cruda realidad barriobajera. Sin juzgar los límites del bien y el mal, el cielo y el infierno se funden en un sólo elemento que mezcla amor y sangre con descaro. Pocos directores son capaces de anestesiar al público para que se ría de escenas dañinas para la conciencia de un ser racional.
Marios Casas y su peculiar cuadrilla de rocknrollas cañís enrolan al espectador en una historia con tantos brazos como personajes, pegándolo a la butaca como si no hubiese mundo más allá de la ocuridad de los 113 minutos de cine.

La notable personalidad del director presencia cada escena de la película, en la que la absurdez cómica se apodera de gran parte del argumento. Cabezas endulza las acciones de los personajes y los dirige a objetivos, sentimentales al fin y al cabo, bajo la histeria colectiva y sangrienta por obtener lo que cada uno desea.

En definitiva, cine cómico, ácido y muy recomendable. Una opotunidad para presenciar la agudeza de un director que escribía sus guiones desde el mostrador de un videoclub y que ahora pasea los productos de su imaginario por la alfombra roja del Festival de Cine de Sitges.

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